Líderes de diversos sectores han anunciado la llegada de una “edad de oro” de la neurociencia. La investigación de vanguardia no solo está mejorando nuestros conocimientos sobre el sistema nervioso central, incluido el encéfalo, sino que también está impulsando importantes avances en tecnología médica que podrían cambiar la forma en que diagnosticamos, tratamos y atendemos a las personas que viven con patologías neurológicas mortales.
Uno de los avances más prometedores ha sido el descubrimiento de un biomarcador prevalente en muchas enfermedades neurodegenerativas con un gran impacto en la vida de los pacientes - los neurofilamentos. Gracias al análisis y el conocimiento de los neurofilamentos, científicos como yo estamos abriendo nuevas puertas para investigar estas enfermedades, vigilar su progresión y desarrollar nuevos tratamientos. Los neurofilamentos son proteínas que constituyen un componente fundamental de las neuronas y se enlazan para crear vías de comunicación que transmiten señales a través del encéfalo y de la médula espinal.1 Esta compleja red de aproximadamente 100.000 millones de neuronas nos permite caminar, hablar y respirar, entre otros cientos de actividades esenciales de la vida cotidiana.2
Cuando se produce un daño y esa red se ve afectada, los neurofilamentos se liberan al líquido cefalorraquídeo (LCR) y al torrente sanguíneo. Gracias a numerosos estudios académicos y de la industria farmacéutica, los científicos han podido comprobar que los niveles elevados de neurofilamentos están asociados a algunas de las enfermedades neurodegenerativas con mayor impacto en la vida de los pacientes como: la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la esclerosis múltiple (EM) y la atrofia muscular espinal (AME).3,4,5
Los neurofilamentos se liberan al líquido cefalorraquídeo (LCR) y a la sangre cuando se produce un daño neuronal. Los científicos están trabajando con el fin de crear herramientas (análisis) cada vez más exactas para medir los neurofilamentos en la sangre.6
Los investigadores de la ELA han descubierto que los niveles de neurofilamentos pueden ayudar a predecir la evolución de la enfermedad y el tiempo de supervivencia.7,8,9 Al igual que ocurre con la AME, creemos que la reducción de los niveles de neurofilamentos en la ELA con un tratamiento puede ser una primera señal de que se está conteniendo la progresión de la enfermedad.5,10
Al responder a estas preguntas mediante pruebas de biomarcadores, los investigadores pueden diseñar ensayos clínicos más rigurosos y controlados que arrojen mejores datos y conocimientos científicos más valiosos. Los médicos podrán hacer un seguimiento de los resultados del tratamiento con mayor frecuencia, rapidez y exactitud. El objetivo primordial: acelerar el desarrollo de fármacos para que los pacientes reciban tratamientos eficaces con mayor rapidez y dar más esperanza a las personas que viven con algunas de las enfermedades más devastadoras, así como a sus familias.
En el caso de las enfermedades cerebrales complejas el tratamiento suele empezar por la detección precoz. También en este caso, los biomarcadores pueden desempeñar un papel fundamental. Gracias a las pruebas genéticas podemos identificar a las personas con riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas. Mediante el seguimiento de los niveles de neurofilamentos en sangre, los ensayos clínicos permiten identificar antes a las personas con riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas y posibilitan el inicio de los tratamientos pertinentes antes de que estas presenten síntomas físicos.11
Por ejemplo, la Fundación de los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses puso en marcha un proyecto con el fin de identificar el mejor análisis de sangre para evaluar el riesgo de demencia frontotemporal hereditaria y ELA en personas con marcadores genéticos de estas enfermedades (Biogen es una de las 19 organizaciones que participó en el proyecto).12
Este es exactamente el tipo de avance que los biomarcadores han supuesto para los pacientes con cáncer. Numerosos biomarcadores del cáncer permiten una identificación más temprana y exacta de la enfermedad, así como la capacidad de vigilar su progresión o la respuesta al tratamiento. Mediante el uso de biomarcadores, los oncólogos pueden diseñar estrategias terapéuticas personalizadas para garantizar que cada paciente reciba la combinación de tratamientos más eficaz. Todo ello, en beneficio de los pacientes.13
En las últimas décadas hemos dado grandes pasos hacia una "edad de oro" de la neurociencia. Las avanzadas técnicas de imagen permiten a científicos e investigadores desvelar los misterios del cerebro mediante el seguimiento de la actividad cerebral a lo largo del tiempo. El análisis de datos de gran capacidad está ayudando a mapear la actividad neuronal y comprender mejor la progresión de las enfermedades neurodegenerativas. Los biomarcadores, como los neurofilamentos, que se evalúan mediante sencillos análisis de sangre, pueden contribuir a impulsar el próximo gran avance y revolucionar nuestra capacidad para diagnosticar, tratar y hacer un seguimiento de muchas enfermedades con un gran impacto en la vida de los pacientes.